El tiempo, el ritmo, el reloj, los pasos de los que se van, las campanadas de los que llegan, el champán, ¡viva el año nuevo! La vida es un libro en el que página tras página el ritmo se acelera y hay más significados - el número de caracteres aumenta, cada vez hay más que escribir por minuto - ese es el propósito del aprendizaje. Ese es el coste. Es como la percepción subjetiva del tiempo: una aceleración constante. El invierno duraba una eternidad cuando yo tenía siete años. Pero también lo era el verano.
a cebra es simple. Es como nosotros. Es como la vida: rayas blancas, rayas negras. Un peatón que cruza de la mañana a la noche. Algunas cebras, habiéndose pisado a sí mismas, continuarán su camino por la mañana, y otras se congelarán en la noche para siempre -no quedará de ellas ni un soplo de viento, ni un sonido, ni un pensamiento- se fundirán con la noche, caerán en el algodón negro de la nada completa e incondicional. Olvidarán a todos, luego a sí mismos, y todos los olvidarán a ellos.
Una cebra es una copia exacta de una marca impresa, pero en el mundo real no hay dos cebras iguales, es técnicamente imposible porque cada una tiene su propio mundo, su propio soporte, su propio texto en la página, su propio color, sus propios bordes, su propia textura, los garabatos de un niño de un día pasado. El dedo de alguien pulsa una tecla, se acciona un mecanismo, baja una palanca, el estigma es absorbido por el papel, la palanca retrocede, el carro se desplaza un paso a la derecha, listo para el siguiente trazo.